Por Ilanys Echavarría, Neuropsicóloga
Clínica.
Las sensaciones del enamoramiento son conocidas por todos, pues en
algún momento, nuestra propia naturaleza nos ha propiciado sentirlas. Pero, ¿qué
pasa un poco más allá de esas sensaciones, ¿qué nos
ocurre fisiológicamente en nuestro cuerpo y cerebro?
En solo un lapso de medio segundo nuestro cerebro puede
vincularnos a otra persona, a los que muchos llaman, “amor a primera vista” que
realmente es una atracción a primera vista. En este momento experimentamos un
cóctel químico (secreción de neurotransmisores como dopamina, serotonina,
oxitocina, entre otros) que provocarán reacciones en nuestro cuerpo, como
instinto de hablar con esa persona, acercarse y llamar su atención. La
liberación de dopamina se hace tan intensa, que nos limita a tener interés en
otras personas y además reduce el sentido crítico, en ese momento no se logra
ver los defectos de la otra persona, es entonces de donde viene el famoso
refrán “el amor es ciego”.
De manera literal, por las reacciones a nivel fisiológico,
podríamos decir que el amor es una droga. Las conexiones neuronales que se
activan son exactamente las mismas que surgen por el consumo de las sustancias
adictivas, como el tabaco, la marihuana, el alcohol, entre otros.
En las conexiones neuronales se liberan neurotransmisores, dentro
de estos está la dopamina, este neurotransmisor es el que provoca la sensación
placentera del enamoramiento, provocando reacciones fisiológicas en nuestro sistema,
donde experimentamos un aumento de frecuencia cardiaca (corazón acelerado),
pupilas dilatadas, manos sudorosas y mejillas ruborizadas.
Esta secreción de dopamina comienza por diferentes medios según el
género sexual. En el hombre, a través del sentido visual y en las mujeres a
través de la combinación del sentido del tacto, visual y olfativo. No es
solamente esta la diferencia fisiológica entre un hombre y una mujer, además, está
la maduración de la corteza prefrontal, zona donde se desarrolla la expresión
de la personalidad, los procesos de toma de decisiones, y el comportamiento social
adecuado en cada momento, en las mujeres se termina de desarrollar a los 21
años, mientras que en los hombres culmina a los 26 años, siendo esta la razón
del popular dicho de que “El hombre madura más tarde que la mujer”.
¿Qué pasa cuando el tiempo transcurre y se nos va esa sensación de
que “ya no me da el sustito” cuando lo veo o no se me acelera el corazón?
Con el paso del tiempo, el neurotransmisor de dopamina va
perdiendo sensibilidad al ver o estar cerca de esa persona. En un periodo de
aproximadamente tres años, estos dejan de provocar una reacción placentera al
encuentro con esa persona especial, en algunas personas esto puede darse antes
de los tres años. Pero entonces, ¿Cómo podrían mantenerse juntos si luego de
este lapso del tiempo la secreción de dopamina se debilita? Es cuando actúa
otro neurotransmisor conocido como oxitocina, cuya secreción está relacionada
con la sensación de apego, vinculada con la seguridad, estabilidad y
confortabilidad en la relación. Si una pareja no logra construir una relación
más allá del enamoramiento o del placer sexual en tres años, lo más probable es
que la relación esté condenada a terminar.
Para evitar este trágico final, es importante fomentar actitudes
de admiración, cooperación e inclusive amistad dentro de la misma relación de
pareja, ya que éstas están asociadas a una mayor secreción de oxitocina.
Una gran cantidad de hombres piensan que por la “labia” la mujer cae
o se mantiene en la relación, en cambio la ciencia ha demostrado que la
atracción ocurre, 55% a través del lenguaje corporal (los gestos, las miradas
profundas, el acercamiento, entre otros) 38% por el tono y la velocidad de la
palabra y tan solo un 7% en lo que se dice. Por lo que se deben tomar en cuenta
otros factores más influyentes en provocar una respuesta positiva a la hora de
conquistar. La acción de mirar a alguien intensamente a los ojos, posee un
efecto poderoso en facilitar el proceso del enamoramiento, provocando esto la
secreción de dopamina y la alteración de las pupilas.
Luego de todo esto del amor y el enamoramiento, es cuando “se
supone” que viene el acto sexual.
¿Dónde comienza el sexo? ¿Qué es lo primero que hay que estimular
para que se de una relación sexual?
Por supuesto, el cerebro.
Durante la estimulación, el sexo y el cerebro tienen una intensa
transmisión de información y sensaciones, mensajes que dicen qué está
sucediendo y lo bien que se siente.
En nuestro cerebro hay una zona denominada “el centro del placer”
llamada, área tegmental ventral, esta se encarga de decirnos qué cosas son
placenteras y cuáles no, no solo sexuales, sino otros placeres como comer,
bailar, etc., siendo esta la que se activa al momento del orgasmo, el placer
mayor. Estudios revelan que esta área es 70% más grande en las mujeres que en
los hombres, por lo que las mujeres experimentan orgasmos más duraderos y
provoca que se involucren emocionalmente con sus parejas sexuales, atribuido
esto a la notoria diferencia de los tamaños del área tegmental ventral.
En conclusión, existe una importante relación entre el cerebro, el
amor y el sexo, ya que es por el cerebro que comienza todas las reacciones que
se producen al momento de la atracción, enviando este mensajes a nuestro cuerpo
que se muestran a través del corazón acelerado, pupilas alteradas, mejillas
ruborizadas e instintos de estar cerca de esa persona deseada.
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